‘No tengo tiempo’. ¿Cuantas veces escuchamos esta frase? Llevamos un ritmo de vida muy acelerado: nos falta tiempo para dedicarnos a las cosas que realmente nos llenan, actos que den sentido a nuestro día a día, y conectar con el entorno y con el ritmo de la naturaleza.
Es irónico que en los últimos 50 u 80 años se hayan inventado todo tipo de máquinas para hacernos la vida más fácil y ahorrar tiempo, y sin embargo, tenemos más prisa que antes. Ahora tenemos coches, hornos y cafeteras eléctricos, panificadoras, robots de cocina, teléfonos inteligentes… pero no tenemos tiempo para pasar un rato agradable en el jardín, de pasear tranquilamente sin rumbo, o de hacer un pan.
Y es que hacer pan es terapéutico, y con ello, volvemos al origen, a la esencia, a los principios… volvemos a nuestros ancestros y a ‘hacer‘ con las manos, con la calidez y la paciencia que ello implica. Porque para hacer pan se necesita paciencia: usando la masa madre (y no la levadura industrial) la fermentación necesita entre 5 y 20 horas para llevarse a cabo. Una vez más, lo bueno necesita su tiempo, reposar, y respetar el proceso, y eso es importante para que el proceso sea completo, y sobretodo bien digerible.
Es interesante ver como en los últimos años, se han recuperado harinas que habían caído en desuso, como la cebada o el centeno… incluso conozco gente en Mallorca que han recuperado harinas de trigos antiguos que casi habían desaparecido, como el ‘garronsona’ o el ‘blat mort’. Debemos agradecer a estas personas, y también a la Associació de Varietats Locals, situada en Porreres, Mallorca, esta labor tan importante con el tema de las semillas autóctonas.
Es curioso que aprendemos infinidad de conocimientos sobre cultura, ciencia, o tecnología… pero muchos de nosotros no han hecho nunca un pan, ni sabrían hacerlo. Satish Kumar, decía a sus alumnos de la escuela The Small School (Hartland, Reino Unido) : ‘Antes de daros clases sobre Darwin o Shakespeare, os enseñaremos a hacer pan y a cultivar calabazas y pepinos. Respeto profundamente la ciencia y la poesía, pero estas materias no pueden ni deben sustituir el conocimiento de cómo vivir’. (Del libro Tierra, Alma, Sociedad)
Todo el mundo puede hacer pan: recomendamos aprender a hacerlo, y a no frustrarse si los primeros no nos salen bien. ¡Recuperemos la paciencia de los cajones olvidados! Y sobretodo en estos días que tenemos mucho tiempo para estar en casa…
Y dicho todo esto… ¡os proponemos hacer un pan! Y no de esos de robot, sino un pan en el que usemos las manos, olamos el olor agrio a masa madre y notemos las sutilezas de las diferentes harinas. Y hacerlo será mucho más que eso: será nuestra pequeña revolución, donde recuperaremos el tiempo perdido, nos ensuciaremos las manos, y nos alimentaremos.